sábado, 6 de noviembre de 2010

banda sonora (semana mortuoria 03: 1. Soundtrack de mi vida)

Si algún día alguien se atreviera a hacer una película de mi vida (aunque nadie se atreviera a verla) el soundtrack tendría que correr a cargo de Joaquín Sabina… y es que ya está prácticamente listo. En ciertos casos, el tipo ha descrito a la perfección situaciones de mi vida, en otros me ha descrito a mí utilizando frases que hubiera dado lo que fuera porque salieran de mi mente antes de escucharlas en su voz.

Pequeños ejemplos, sin necesariamente un orden de prelación:

Princesa, y su firme manera de decir “búscate otro perro que te ladre”, tan categórico como “este adiós no maquilla un hasta luego, este nunca no esconde un ojalá”. Simple, cuando algo termina, cuando decides dar la vuelta no hay razón para mirar atrás. Al menos yo nunca la encontré.

También, el Sr. Sabina describió mi ciudad perfecta, encontró los mágicos recovecos que hacen de Madrid la ciudad en la que espero vivir para que esa parte de la banda sonora sea una realidad y no parte de momentos esporádicos. Cantidad de momentos en que he querido declarar que “Yo me bajo en Atocha”, un firme deseo, un proyecto, una convicción… “Pongamos que hablo de Madrid”.

Pero también protesta por lo barato que se venden las ideologías, lo sencillo que es dejar los principios, con los años, con el crecimiento, con la madurez o el entorno… y la cantidad de sujetos que cayeron simbólicamente al mismo tiempo que “El Muro de Berlín”.

Tantos otros, que parece una lista interminable. Quién supiera reír como llora Chabela por el Boulevard de los Sueños Rotos, y que el maquillaje no apague tu risa para que todas las lunas sean lunas de miel. La fuerza de decir, antes de que me quieras como se quiere a un gato y romper la promesa de no volver a verte ni en pintura.

Pero no, obvio ni mi vida, ni su música son tan monótonas… En realidad el problema sería que podrían ir tantas cosas y tan diferentes!!

Montón de cosas para bailar, aunque nunca lo haya hecho del todo bien. Rancheras desde luego y boleros melosos, todos ellos para cantar sin pena, a todo pulmón. Mucho pop ochentero, en español e inglés, de ese que todos negamos pero tenemos guardado entre la privada selección musical.

Y volver a Sabina, que al final escribió no sólo mi vida, también dejó mi epitafio: siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga… y la falda muy corta.