jueves, 23 de septiembre de 2010

la resaca del bicentenario

Siempre recuerdo lo que alguna vez dijo Germán Dehesa y que luego me tomé la libertad de adoptar: México es un país que vive con el síndrome de Doña Libertad Lamarque, sufrimos absolutamente por todo.

Ahora hemos evolucionado y además de sufrir nos quejamos, con toda la amargura posible. Gritamos, pataleamos… hasta que suena un mariachi y sale un tequila. Ahí se nos olvida.

Más o menos así fue la ruta bicentenaria.

Los meses previos el sufrimiento y la queja fueron una constante in crecendo.

La inseguridad, el desempleo, la crisis, el narcotráfico, la corrupción… bueno hasta los juanetes nos quejamos y buscamos a quién culpar, aunque en muchas de esas cosas nos mordiéramos la lengua.

De pronto surgían algunas voces que reivindicaban al país ensalzando cosas como los mares, las montañas, las zonas arqueológicas… aunque nada de eso fuera producto de los hechos que conmemoraba el bicentenario.

Luego las protestas se agudizaron. Quejas por el despilfarro en el festejo, pánico colectivo porque seguramente el terrorismo aprovecharía la ocasión, vestiduras rasgadas porque el gobierno pide y toma precauciones, el berrinche por el megapuente del sector público seguido por las mil razones por las que NADIE debería trabajar esos días.

El 15 de septiembre, mágicamente, el país amaneció de fiesta. Todos orgullosísimamente mexicanos, dejándose el bigote y las patillas, sacando la bota y el cinturón piteados, las trenzas y el rebozo. Demostrando que, en efecto, somos el país más villamelón del mundo.

La gente salió a las calles, llenó la plancha del zócalo, cantó, gritó, bebió y festejó. El 16, todos marcialmente seguimos el desfile y seguimos promulgando nuestro espíritu patriótico. El 17 volvimos a ser los gandallas, abusivos, poco solidarios, activistas de sobremesa de siempre.

Confieso que dos cosas me pusieron especialmente de malas (aunque no tanto como para impedirme disfrutar la fecha)

  1. Los patriotas que sólo lo son con tequila en las venas y que se olvidan cuando hay que votar, que chambear. Que hablan mucho y hacen poco
  2. Los golpes de pecho. Los gritos de desgracia porque somos un país en guerra, sin libertad y sin nada que festejar

Justo después del grito, mientras veíamos los fuegos artificiales, una de las personas más importantes, que más quiero y cuya presencia más agradezco en mi vida, dijo algo que me puso a pensar. Él sí vivió en un país en guerra y es mexicano por elección.

Así que antes de tirarnos al drama y llorar por todos los males que nos aquejan, preguntémonos lo siguiente.

  • ¿Pudiste salir a la calle, a un bar, a casa de un amigo a dar el grito?
  • Cuando escuchas cohetes, ¿corres a refugiarte por el temor, justificado, de que sea un bombardeo?
  • ¿Puedes externar abierta y públicamente tus opiniones sobre el gobierno?
  • ¿Tienes la posibilidad de elegir a tus gobernantes? Aunque no ejerzas ese derecho
  • ¿Puedes hablar en sitios públicos del tema que te dé la gana sin temor a quién te escuche?
  • ¿Cada fin de semana puedes salir a la calle, a un bar, de fiesta, etc?
  • ¿Tienes que encerrarte a cierta hora por qué hay toque de queda?
  • ¿Tienes acceso a una computadora e internet y puedes estar leyendo esto?

No, no es que cierre los ojos a los problemas del país, tampoco creo que estemos en nuestro mejor momento.

Pero por qué no mejor nos dejamos de quejar y empezamos a avanzar…