jueves, 18 de febrero de 2010

ondas del lago

No sé cómo tanto tiempo después llegué a este blog http://blogs.esmas.com/loretdemola/index.php/2008/01/11/la-cura-y-el-huevo/

Recuerdo los años de Ondas del Lago, la gente que me enseñó a sacar agua de las piedras para lograr un contenido, a ser profesional, a disfrutar la vida laboral. Recuerdo el primer trabajo serio que tuve (aunque la seriedad en esa estación no fluía todos los días).

Recuerdo personas a las que hoy todavía llamo amigos, que se volvieron una parte importante de mi vida, que siguieron siendo colegas, que hoy me ven y me siguen llamando "angelito" en detrimento de mi reputación, por cierto.

Recuerdo cuando Álvaro ganó un premio y se publicó su primera novela, cuando Alex e Ivonne se casaron (si, aunque no lo crean lo recuerdo), cuando Luis y Carolina cometieron la misma imprudencia y cuando corté con mi novio y me recibieron en su casa para emborracharnos. Cuando entregaba las notas del programa y moría de miedo mientras mi jefe las leía, cuando me lanzaron al aire porque el encargado de la sección desapareció y yo era la que estaba a la mano. Cuando comíamos en La Taberna Griega (antes de que cayera en malas prácticas) y ahí surgían ideas que se convertían en promos, tan creativos que por el bien de todos no llegaban al aire.

Recuerdo los premios a “la dislexia, dislalia y mala ortografía”, a “la revelación como la peor voz del año”, galardón al que me hice acreedora y no volví a hablar al aire.

Recuerdo también las enseñanzas, la importancia de saber escribir para quien va a leer una nota al aire, de buscar la información hasta el último segundo, de perseguir una nota aunque te vieran como una estación patito, de producir cada segundo al aire, de ser perfectamente puntual para evitar el riesgo de “los dejamos con la hora del mimo”, de estar preparado para todo, de improvisar con la seguridad de que todo está bajo control, de pasar la estafeta. De hacer las cosas bien por convicción y de corazón.

Recuerdo el nacimiento de “El Huevo”, el primer número publicado en formato de tabloide, las primeras acreditaciones de prensa (cuando preguntaban si la revista era “la hueva”), cuando alguien le dijo a la jefa “yo como la gallina le dijo a Dios, me haces el huevo más chico o el hoyo más grande”.

Recuerdo mis trayectos desde la universidad, sin coche y por supuesto sin comer, las horas después del programa que me quedaba en las cabinas sólo por el gusto de estar ahí, mis invasiones a la oficina de deportes porque desde entonces era mi pasión.

Recuerdo mi última participación al aire, con Ivonne al micrófono y yo con la voz quebrada despidiéndome.

Recuerdo a Antimio y sus recomendaciones de museos, David y Lalo hablando de conciertos, Moisés, Humberto y sus miles de voces, Carlos, Malala, Emilio, Jorge, Javier y todo el equipo de noticias. Martín siempre produciendo en su cabina, el Tanque siempre monitoreando. Bueno, recuerdo hasta al Raptor y que algo aprendí.

No sé si alguien más conserve esos recuerdos. No sé porque vienen a mí de manera desordenada pero frecuente. No sé en qué momento pasaron 15 años.

Lo que sé es que hoy, cuando conozco a alguien que en su momento escuchó la estación, leyó la revista o se declara fan de alguno de ambos me lleno de orgullo y me despliego cual pavorreal sólo de pensar que yo fui parte de eso.

A quienes lo crearon, quienes me recibieron, quienes pusieron el corazón y quienes lo hicieron algo especial, mi absoluta admiración y agradecimiento.

martes, 2 de febrero de 2010

cimientos

Todavía no estoy muy segura de que exista algo como “life style choice”. Creo que al final tú vas pensando qué quieres y la vida va disponiendo bastante de ti.

A veces vas por buen camino, otras tienes que dar un fuerte golpe de timón y navegar contra la corriente… o tal vez con ella y tratar de mirar si frente a ti hay un nuevo horizonte.

A veces, tienes que llegar a un punto de quiebre donde el dolor sea tan profundo que no haya manera de ignorarlo. Entonces lo enfrentas, lo lloras, te aterras. Miras a tú alrededor y ves las ruinas que habías querido adornar y sobre las que habías querido caminar. Descubres nuevas heridas, causadas por esos pedazos llenos de aristas que no permiten una base estable sobre la que volver a cimentar.

Y un día descubres que no puedes construir sobre escombros, que como bien dice el pensamiento budista para que algo se llene primero tiene que estar vacío (gracias @jhapik). Entonces empiezas a retirar piedras, a barrer los espacios, a sacar lo no sirve y a imaginarlo todo otra vez.

Entre los escombros, te das cuenta de que en esos pasos inseguros lastimaste a alguien y eso duele mucho más, encuentras grandes cosas que cimentaste mal y que tienes que dejar caer, con la esperanza de que un día puedan volver a suceder.

Y al mirar ese vacío, es casi imposible recordar cuando el corazón sonreía, menos aún pensar que volverá a suceder. Entonces toca sacar fuerzas de flaqueza, respirar muuuuy profundo y volver a empezar… sólo que esta vez, si miras bien alrededor hay otras manos, dispuestas a ayudarte. Tal vez ahora, sea buena idea abrirles la puerta.