domingo, 30 de agosto de 2009

abrazos eternos

Nada reconforta, cura y alimenta tanto como el abrazo de un amigo. Cuando ese abrazo se prolonga en el tiempo sus efectos benéficos lo hacen también.

Esperé mucho tiempo por un abrazo así, tal vez más de la cuenta, y me aferré a él. Me aferré lo suficiente para que su efecto dure hasta la próxima vez.

Entonces descubrí varias cosas:

Descubrí que un abrazo no tiene por qué pedirse, debería llegar así, espontaneo y natural, cuando te sientas al lado de alguien “cercano” y tienes que decirle que necesitas un abrazo algo anda mal.

Descubrí también que los abrazos hablan por sí solos, que ahí no hacen falta palabras… el corazón de cerquita se entiende mejor.

Descubrí que a los amigos, a los de verdad, no necesitas decirles las cosas, no tienes que explicar nada, y que a pesar del tiempo y la distancia siempre estarán al alcance de la mano.

Descubrí que en el peor momento de soledad, alguien está pensando en ti y aunque no lo entiendas de momento, la vida en su momento te lo hace saber.

Finalmente, descubrí que, aunque no hay como la presencia física, la gente que de verdad te quiere, encuentra la forma de estar contigo, aunque sea de la forma aparentemente más insignificante o la menos convencional.

Así que desde aquí, un abrazo a todos esos que han estado en los momentos clave, quienes no importa la distancia sé que siempre serán un lugar al que puedo volver.

martes, 18 de agosto de 2009

volar

Cualquiera que me conozca sabe que volar nunca ha sido precisamente mi actividad favorita.

Ayer tomé un vuelo que me tenía especialmente desconcertada, sobre todo por no tener muy clara la razón que me llevó a hacerlo.

Desde antes de despegue fuimos advertidos de que sería “algo turbulento”, cosa que menos me emocionó.

Pero por alguna extraña razón, durante el muy movido ascenso entendí que no es tan diferente a la vida misma.

Inicia con cierta emoción y un grado de incertidumbre, con planes y metas claras. En el camino se enfrentan complicaciones, momentos duros, turbulencias y nubes de tormenta que hay que cruzar.

Parece que todo empieza a aclararse, por ahí a lo lejos, se ven rayos de sol y cielo azul. Y de pronto llega otro embate, un viento u otra nube que desbalancea.

Y entonces lo que hacemos es respirar, poner el pie en el acelerador, pasar lo más rápido posible ese momento complicado y seguir adelante.

Al final, si superamos el miedo a esas turbulencias, la vida nos dará momentos que valgan la pena, como el de un cielo azul en contraste con una alfombra de nubes blancas, brillantes y pachonas.

Quizá delante haya otras turbulencias, tal vez… pero después de todo el viaje habrá valido la pena.

sábado, 1 de agosto de 2009

la sensación

Es tan difícil describirlo. Es un nudo en el estómago que de pronto se convierte en una expresión que te recorre todo el cuerpo.

En mi caso fue un grito que llevaba más de un año y medio esperando por salir. Vuelta tras vuelta la adrenalina se acumulaba, el estómago, el corazón, la garganta, cada músculo del cuerpo se iba haciendo un nudo.

Muchas veces había pensado qué haría en ese momento, cómo reaccionaría cada uno de nosotros. La verdad es que no hay forma de saberlo hasta que no sucede, porque no hay forma de imaginarlo hasta que no se siente.

Nada se parece a ganar, a fundirte en un abrazo con esos que están sintiendo lo mismo que tú. No importa si sudaron, si están bañados en lo que sea, en ese momento sólo se tiene una sensación que nadie puede imaginar.

Tal vez influyó lo larga que fue la espera, tal vez que tantas veces lo vimos cerca y sentimos que lo merecíamos. Lo cierto es que esa tarde nos quedará para siempre en la memoria y en el corazón.

Para mí fue especialmente significativo, tuve la maravillosa oportunidad de ver de cerca desde que esto era un sueño, viví cada logro y me dolió cada tropiezo, hoy agradezco que me hayan regalado la sensación de ganar.