jueves, 26 de febrero de 2009

de viajes

Según yo había viajado sola infinidad de veces, ahora me doy cuenta que así, sola sola del todo pues no.

A veces hacemos viajes de trabajo, en los que tal vez el traslado y la habitación no los compartimos con nadie, pero las comidas, las reuniones y el resto del día estamos con alguien más. Además nuestra mente suele estar ocupada en cuestiones laborales como la reunión que tendremos, la presentación que hay que hacer o el discurso que ensayar.

De todo eso me di cuenta cuando por primera vez hice un viaje sin más compañía que mi iPOD, mi laptop, un par de libros y desde luego mi fiel corcel (osea mi auto).

Sin duda, un viaje de estos te da mucho tiempo para pensar. ¿En qué? Bueno, se los cuento cuando vuelva. Por ahora llevo casi 12 horas a solas conmigo misma y todavía me caigo bien.

Espero que, además de tomar un poco de sol, hacer algo de ejercicio y descansar, este tiempo contribuya con mi proceso creativo y redunde en un par de publicaciones menos espaciadas en el tiempo.

Por lo demás, me convenzo de que esto de estar solo, pensar, reflexionar, pelearse con uno mismo, cuestionarse, felicitarse, reírse (deberían ver la cara con la que me ven los demás cuando suelto una carcajada así de la nada, producto de un buen chiste que me conté) es un ejercicio de lo más sano que cualquiera, al menos una vez en la vida, debería realizar.

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