jueves, 26 de febrero de 2009

de viajes

Según yo había viajado sola infinidad de veces, ahora me doy cuenta que así, sola sola del todo pues no.

A veces hacemos viajes de trabajo, en los que tal vez el traslado y la habitación no los compartimos con nadie, pero las comidas, las reuniones y el resto del día estamos con alguien más. Además nuestra mente suele estar ocupada en cuestiones laborales como la reunión que tendremos, la presentación que hay que hacer o el discurso que ensayar.

De todo eso me di cuenta cuando por primera vez hice un viaje sin más compañía que mi iPOD, mi laptop, un par de libros y desde luego mi fiel corcel (osea mi auto).

Sin duda, un viaje de estos te da mucho tiempo para pensar. ¿En qué? Bueno, se los cuento cuando vuelva. Por ahora llevo casi 12 horas a solas conmigo misma y todavía me caigo bien.

Espero que, además de tomar un poco de sol, hacer algo de ejercicio y descansar, este tiempo contribuya con mi proceso creativo y redunde en un par de publicaciones menos espaciadas en el tiempo.

Por lo demás, me convenzo de que esto de estar solo, pensar, reflexionar, pelearse con uno mismo, cuestionarse, felicitarse, reírse (deberían ver la cara con la que me ven los demás cuando suelto una carcajada así de la nada, producto de un buen chiste que me conté) es un ejercicio de lo más sano que cualquiera, al menos una vez en la vida, debería realizar.

domingo, 15 de febrero de 2009

ir al súper

Cuando era estudiante universitaria, una vez nos dejaron de tarea ir a un sitio público (llámese restaurante, cafetería, centro comercial o lo que sea) y elegir al azar una pareja o grupo de personas e inventar su historia.

Me gustó tanto el ejercicio que confieso que lo agarré de costumbre. Así de pronto me encuentro comiendo, en el club o hasta en la iglesia (de esas raras veces que me meto) creando historias de los personajes a mi alrededor.

Pero mi favorito es en el súper. Ir viendo los carritos de compra, observando a las personas y adivinando qué hay detrás.

Están por ejemplo las parejas que van juntos pero separados, osea ella empujando el carrito y llenándolo de cosas, él un par de metros adelante y con cara de fastidio. Generalmente estas parejas llevan el carro rebosando, con todo tipo de viandas, desde carne congelada, frutas y verduras, cereales, yogurt, hasta cierto tipo de antojos como danoninos, peperamis, gansitos y demás. El diagnóstico es que es un matrimonio ya con sus buenos 10 años de casados, dos o tres hijos que empiezan a entrar en la adolescencia y a los que hacen esfuerzos por educar en sus hábitos alimenticios pero les cumplen sus antojos insalubres.

Luego están las parejas jóvenes, que cada pasillo se besan y apapachan. El carrito suele llevar cosas de lo más dispares. Como 7 litros de leche, 2 manzanas, 1kg de jamón y otro de queso, un paquete de 4 rollos de papel de baño, tres presentaciones diferentes de maestro limpio y tal vez algo como cervezas o un par de botellas de vino. Estos son los recién casados, para quienes todavía es una aventura emocionante ir juntos al súper pero que todavía no tienen la menor idea de qué comprar. Entonces el jamón y el queso se vuelven verdes y el papel de baño no dura ni una semana.

Andan por ahí mujeres que van a velocidad récord, bueno a veces también hombres, parece que se saben los pasillos de memoria y casi sin mirar van arrojando productos, generalmente uno de cada uno. Suelen incluir alimentos procesados (como sopas enlatadas, pastas precocidas, verduras congeladas). Este es el grupo de los solteros, de ahí que lo de hacer compras para el hogar sea un mero trámite.

Otro grupo, al que confieso que pertenezco, son los que parecen turistas en el súper, recorriendo pasillo por pasillo, mirando cada cosa con todo detalle y cuidado. En sus carros se suelen encontrar cosas como manteles, trapos, vajillas, adornos y a veces hasta cosas como calcetines, playeras, pijamas… es decir todo eso que no parece ser necesario pero ahí andaba en el camino. Al final (y lo digo con conocimiento de causa) llegas a casa para darte cuenta de que compraste cualquier cantidad de cosas inútiles, pero bien bonitas y olvidaste algo fundamental. Como el agua, la leche o el detergente para trastes… si también he llegado a olvidar comprar papel de baño.

Finalmente, mi grupo favorito. La pareja de “llenitos” (por no decir francamente gordos) que van enfundados en su pants de carísima marca, súper coordinados, con tenis haciendo juego y todos los productos de los que atascan su carrito son light: quesos, leche, yogurt, bebidas, desde luego pechuga de pavo baja en sales, toda suerte de vegetales y ahora, hasta pan light! Son esos los convencidos de que las dietas que vienen en las cajas de cereal son milagrosas y que basta con leerlas y consumir productos reducidos para conservar la línea… bueno ¡al menos la curva!

Así que ahí les dejo. La próxima vez que vayan al súper echen un ojo a ver que compran los demás. Verán que la espera en las filas se hace más amena.

Y ustedes ¿qué compran?